- El cortometraje ganador de la categoría internacional 2021, del certamen realizado en el corazón de la región de Antofagasta en Chile, es una invitación a descubrir la historia de una amistad imposible para muchos.
La propuesta del director mejicano Luis Palomino Benitez y el productor tailandés Smithi Skunnawat, desarrolla en tan sólo 15 minutos una trama que atrapa y devela secretos que cambiarán las perspectivas de los espectadores. En un profundo análisis de su obra, Luis Palominos abre el espacio íntimo de su proceso creativo para conocer un poco más el fundamento de su cortometraje.
A plena vista habla de la aceptación mediante una trama que atrapa, que siembra expectativa para crear conciencia sobre la Inclusión, ¿Qué lo inspiró para crear este relato?
Jugar el papel del observador abstraido y siendo un forastero te vuelve aún más invisible. Quizás la inspiración viene de los relatos sobre los poetas perdidos en «Los Detectives Salvajes» de Roberto Bolaño por hacer alguna referencia, pero también hay una canción de Bob Dylan «Like a Rolling Stone» que habla de esa libertad que te otorga el no tener nada, ese desarraigo que te susurra que la vida son sólo instancias dotadas de su justa presencia. Es quizás esa condición la que te familiariza con el otro, que deshace los prejuicios y los filtros, que te hace conectar con corazones en los lugares menos esperados. La inclusión para mi es eso, es saber que ese espacio, la calle, el parque ó la banqueta es un lugar al que todos pertenecemos y que aquellos que lo habitamos siempre estaremos a un saludo de dejar de ser extraños y conectar.
¿Cómo fue el proceso creativo que le permitió materializar su idea y llevarla a la pantalla?
Todo comenzó con una observación, es una práctica que no he dejado de hacer a lo largo de mi vida. Sentarme a ver la vida pasar como dice la canción de Lennon «Watching the wheels», es mi manera de encontrarme y cuando eso sucede me vuelvo a enamorar de la realidad. Fue así cómo me percaté que Manot tocaba el saxofón siendo invidente a diez metros de él Ayutthaya quien era sordomudo, ese encuentro imposible fue el gran motivo para acercarme a ellos y crear esta pieza. Antes de llevar una cámara a la calle primero hice un contacto auténtico con ellos, con Ayutthaya fue muy difícil ya que su estado mental derivado del abuso de substancias no se lo permitía, pero en ese mínimo diálogo que podíamos tener donde reaccionaba al ver los cigarrillos, las botellas de agua, la comida y en algunas ocasiones una cerveza, me regalaba unos alegres minutos donde ambos éramos susceptibles. Con Manot la química fue inmediata y para mi era una dicha poder sentarme a platicar con él cada tres días antes de regresar a casa a descansar. La confianza y la amistad, el escenario y la idea estaban puestas para llevar a cabo este cortometraje.
Este encuentro imposible resultó en una confesión profunda de ambos, Manot expresó su vulnerabilidad y yo la mía, él de no sentirse capaz de inspirar a nadie, y yo de haber «fallado» en mi premisa, sin embargo Manot me inspiró y también al público y yo encontré una historia y aprendizaje mucho más trascendente, la aceptación. Unos creen que la intuición se basa en lograr un éxito o en contar el famoso viaje del héroe pero existen otras narrativas donde aprendemos más acerca de nuestra fragilidad de nuestra condición.
¿Trabajar su propuesta desde la no ficción, que le aporta al cortometraje?
Para mi no hay forma de convenir mi verdad y menos aún la del otro sino es a través de la no ficción. Los personajes y situaciones reales nos dejan impresiones que trascienden en nuestra imaginación, que nos educan a vivir en el ahora sabiendo que lo mágico, lo poético, lo trágico, lo sublime está frente a nosotros y se manifiesta todo el tiempo, es sólo cuestión de disponernos a sentirlo y a dejar que sea. Esta cercanía nos sensibiliza cuando salimos de nuestra pantalla ó de la sala cinematográfica y nos hace entender que todos esos seres invisibles que vemos cotidianamente tienen algo bueno que contagiarnos o que despertar en nosotros y que la xenofobia es una enfermedad de la mente que se cura extendiendo tu humanidad a cualquiera que la necesite.
¿Qué aprendizaje espera que se lleve el público después de ver su filme?
El aprendizaje para mi y espero que para el público también es que la aceptación es un proceso difícil y que en este caso es la dramaturgia la que me ayudó a encontrarla, pero que es una búsqueda que cómo cultura rechazamos porque queremos siempre cambiar nuestra realidad y lo que más trabajo nos cuesta es estar de acuerdo con ella. Si algo me gustaría derribar es la narrativa del éxito, pensar que ese es el único camino en la vida que tiene validez y pensar que también hay virtud en la sencillez, en la ecuanimidad y sobre todo en ser diferentes.
¿Finalmente, cuál cree que es el aporte de este tipo de iniciativas al ecosistema audiovisual?
Este tipo de iniciativas no sólo diversifica al cine, sino que nos enseña otras perspectivas y narrativas. Las películas que formaron parte del festival tienen mucha más libertad que muchos cortometrajes académicos. Es refrescante ver cómo los cómplices creativos y en algunos casos los creadores de estas piezas aportan ideas que no caben en las aulas y en las academias. Siempre he creído que el cine está hecho de ideas y no de presupuestos y poder ver las posibilidades de creación cinematográfica sobre con y por los individuos con capacidades diferentes lo deja aún más claro.